Sanar no es un proceso lineal, nos han hecho creer que puede ser sencillo pero muchas veces no es así. Comenzamos a sanar el día que decidimos trabajar en nosotros mismos, al invocar el coraje necesario para ver todo lo que tenemos en nuestro interior: aquello que amamos y aquello que nos disgusta.

Trabajar en nosotros mismos y sanar nos libera de cargas que no tenemos por qué seguir arrastrando y nos permite tocar nuestra esencia y ser lo que siempre hemos soñado.
Todo lo que experimentas en este momento, se lo debes a tu pasado. Lo bueno, lo malo, todo lo has creado tú mismo, la persona que eres en este instante es producto de todo lo que has hecho y de lo que has dejado de hacer.
Somos el producto de nuestras decisiones y éstas a veces nos traen memorias felices o grandes aprendizajes. Múltiples vivencias experimentadas a lo largo de nuestra vida determinan lo que ahora pensamos, como reaccionamos y la forma en la que nos desenvolvemos en el mundo exterior.

En muchas ocasiones las experiencias dolorosas nos llenan de malestar, se apoderan de nosotros y nos impiden pensar, ser objetivos o tener dominio de las emociones. Nos enfocamos solo en los aspectos negativos de cualquier situación, haciendo que dejemos a un lado los positivos.
Si no logramos trabajar en nuestras heridas emocionales, éstas saldrán una y otra vez a flote. El pasado vendrá a ti de forma dolorosa y hasta esclavizante. Trabajemos en sanar nuestras heridas y lograr evolucionar con ellas, hoy quiero recordarte que no estás solo en esto… Todos estamos trabajando en algún proceso interno y queremos sanar.
Sanando el pasado y todo lo que has vivido hasta ahora, te permitirá liberar tu mente, cuerpo, alma y espíritu de esa carga tan pesada que no te ha permitido vivir el presente de forma adecuada y plena.
Sé amable contigo mismo, práctica la benevolencia y ámate… Estás haciendo lo mejor que puedes con los recursos que tienes.