Las relaciones son vehículos de crecimiento, todas las que construimos al largo de nuestra vida nos muestra aquello que aún no hemos hecho conscientes y aún debemos trabajar.

No solo son importantes las relaciones que tenemos con parejas, también son importantes las amistades, las relaciones con nuestros padres, hermanos y todos aquellos con los que tenemos contacto en determinadas etapas.
¿Y si me estoy equivocando?, ¿y si luego me arrepiento de haberme alejado? Son preguntas comunes que muchos de mis pacientes se han hecho al momento de tomar la decisión de acabar con una relación.
La incertidumbre hacia lo desconocido que puede traernos el futuro y el miedo a ponerle un fin a todo lo que se ha construido con tanta dedicación, son dos elementos que juegan un papel de paralizador al momento de tomar una decisión.
Me gustaría decirte que las relaciones personales no son una ciencia exacta y por ende si hacemos “a” puede que el desenlace sea “b” o quizás sea “z”. No hay certeza en el amor, y por ende tampoco la tendremos en las relaciones, ellas no atienden a leyes físicas o matemáticas.

Hoy quiero compartir contigo, algo que le dije esta semana a uno de mis pacientes: el fin de una relación no tiene por qué ser sinónimo de fracaso.
Que una relación acabe, probablemente conlleve un tiempo duro en el que es normal que no te sientas del todo bien. ¡Es lógico sentirte así, te estás separando de alguien que ha sido muy significativo en tu vida!

Será una crisis, más no un fracaso. Incluso las relaciones exitosas terminan, lo importante es haber aprendido algo sobre ellas. También es vital darnos cuenta de que las relaciones nos aportan siempre algo bueno o cosas que son positivas para nosotros, pero esto es muchas veces más importante que la extensión de la duración de éstas.
La próxima vez que te veas en la encrucijada de si alejarte o continuar en una relación respóndete tú mismo estas preguntas: ¿Qué es lo que quiero?, ¿Hacia dónde voy?, ¿A quién me gustaría tener a mi lado durante este recorrido?